La industria polimérica lleva años produciendo materiales para uso sanitario, como jeringuillas, cápsulas, cánulas, botes de recogida de muestras, etc. Pero la investigación actual va más allá. Se pretende que los polímeros ayuden en la cura de enfermedades.

Uno de los primeros usos de materiales poliméricos fue para sutura, sustituyendo los tendones de vacuno cuando fueron prohibidos debido a la aparición de la comúnmente conocida como enfermedad de las “vacas locas” (o en encefalopatía espongiforme bovina).

Hoy día, la investigación intenta conseguir la sustitución de tejidos e incluso de órganos humanos. La escasa reactividad química que presentan la mayoría de los polímeros hace de ellos el material ideal para dicha sustitución, pues se evitan así los rechazos por parte del sistema inmunitario.

Se han sustituido laringes con válvulas para poder hablar, se han creado ligamentos para articulaciones, huesos (por ejemplo, prótesis de cadera), piel sintética, cartílagos, etc. Ahora se trabaja en la reconstrucción de órganos completos, como el hígado, el riñón o el corazón.

Un ejemplo interesante es un espray que ayuda a la cicatrización, compuesto por un polímero (polilactato) mezclado con etano. Al aplicarlo sobre una herida, se deposita una red de fibras que proporcionan a las células productoras de colágeno una estructura sobre la que crecer. Se reconstruye una piel sin cicatrices y, como el polímero es biodegradable, se elimina con el tiempo.

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